Una API (Application Programming Interfaces) no es más que un tipo de intermediario de software que actúa como mensajero, recibiendo solicitudes entrantes y reenviándolas al sistema o software para procesar la solicitud. Es decir, es un conjunto de protocolos que permite la comunicación e interacción entre dos aplicaciones para cumplir una función (o varias funciones).
La gran ventaja de las API es su gran fiabilidad, los actores externos pueden acceder a los datos fácilmente, con total seguridad y sin vulnerar el sistema. No obstante, estas API pueden ser de diferente tipo:
- Privadas o internas. Se utilizan en exclusiva en departamentos internos de una organización, sin autorización de acceso en figuras externas.
- Abiertas o públicas. Permiten el acceso a los datos a usuarios externos como organizaciones o desarrolladores. En algunos casos, el acceso se realiza de manera sencilla y directa, y en otros casos, requiere registro o una clave.
- Compuestas. Combinan varias fuentes de datos y, por lo tanto, tienen una mayor funcionalidad cuando se integran en un software.
- Socios. Esta modalidad es similar a las API abiertas, pero tienen un punto superior de seguridad para dar acceso a socios comerciales específicos.
Las API se utilizan en multitud de servicios. Un ejemplo podría ser utilizar una API en una página web que indique diferentes rutas dependiendo del tráfico en tiempo real. Actualmente, también se utiliza en otros tipos de servicios, como aquellos que están relacionados con la automatización. Este es el caso de las emisiones de facturas y firma, recomendación de productos, control logístico de pedidos, entre otros.
Las ventajas de su uso son claras, tienen un uso sencillo, es más económico que desarrollar un sistema propio, mejora la productividad y permite seguir manteniendo el mismo software sin necesidad de modificarlo.
¡Sin duda, las API son unas grandes aliadas en las organizaciones!